Imperio Innovación

Imperio Innovación

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Huang Yong Ping es el artista invitado este año por el ministerio de cultura galo para llevar a cabo la obra protagonista de la Monumenta. Bienalmente, un creador de la escena internacional del arte contemporáneo tiene el privilegio de idear una obra de grandes dimensiones en la singular nave del Gran Palacio de París. El artista franco-chino ha sabido entender mejor que ninguno de sus predecesores, entre los que se encuentran Richard Serra o Anish Kapoor por citar sólo algunos de los ejemplos más notables, que la entrega de un semejante espacio se parece más a un regalo emponzoñado que a un favor por parte de las instituciones. La mayoría entendieron el encargo como una carta blanca para llevar a cabo una instalación de gran formato y no como el reto de hacerlo apropiándose y explorando las posibilidades de un espacio tan singular como son los 13 500 metros cuadrados del Gran Palacio. La dificultad reside en convertir las imposiciones de un edificio único en un recurso que de a la obra un sentido y un significado de los que carecería en otro lugar. Si dominar el espacio es el principal reto del artista elegido para la Monumenta, también lo es de los imperios que han dominado el mundo a lo largo de la Historia. Así pues, Huang Yong Ping ha convertido los condicionantes de su obra en el objeto mismo de su reflexión sobre los imperios.

El título de la obra es Empires, cuya lectura en inglés o francés sólo depende del acento con el que uno lo quiera sazonar, evitando así avivar el recelo imperial de ambos países. Cuenta con tres elementos que a primera vista pueden parecer conceptualmente aislados pero que se articulan poderosamente a través de la reflexión que su yuxtaposición suscita en el visitante. Se trata del esqueleto en aluminio de una serpiente gigantesca que recorre la nave del Gran Palacio, de una réplica a escala del sombrero de Napoleón cuyo original se encuentra a escasos metros, en las dependencias del Palacio de los Inválidos, justo en la otra orilla del Sena y de los 305 contenedores de transporte marítimo repartidos en 8 islotes.

Los nervios de hierro verde que sustentan la bóveda acristalada del Gran Palacio, proyectados sobre el suelo en los días de sol, juegan con la sombra de las 316 vértebras de aluminio de la serpiente que luce como un Leviatán. Para el artista simboliza la adaptación de los imperios a las circunstancias temporales y territoriales, la dinámica de los procesos de expansión y la gestión de la diversidad cultural. Los imperios deben hacer frente a los avatares que se interponen en su mantenimiento con la misma fluidez que el reptil usa para discurrir entre las rocas amoldándose al terreno. Deben también transformarse constantemente para poder perpetuar su hegemonía del mismo modo que una serpiente cambia de piel. Por eso, el devenir de los imperios precisa de cambio y de innovación. La boca abierta de la serpiente mira en la dirección del cercano palacio del Elíseo, amenazando el tercer elemento del conjunto: la gigantesca reproducción del bicornio que Napoleón usara en la cruenta batalla de Eylau. Simboliza el poder castrense, piedra angular de cualquier hegemonía imperial duradera y se sustenta, cual arco de triunfo, sobre dos columnas de contenedores que esbozan las banderas de las principales potencias que se enfrentaron en esa contienda: el imperio ruso y la Francia napoleónica. Finalmente, Huang Yong Ping ha dispuesto hábilmente una multitud de contenedores marítimos que bajo la icónica cúpula del Gran Palacio y su nave acristalada parecida a un barco invertido, consiguen que el visitante se sienta en un buque portacontenedores. Entre el colorido mosaico de contendores algunos se atreven a adivinar banderas pero su carga simbólica va más allá: el contendor es la imagen más potente de la globalización y de los imperios de hoy que son económicos y comerciales. Además, estos módulos concebidos para aumentar los beneficios de unas pocas compañías son las precarias estancias que a menudo cobijan la miseria de aquellos que han quedado al margen de tan paradójica globalización.

Los contenedores permiten que la obra de Huang Yong Ping admita también una reflexión sobre la innovación y que no sólo gire en torno a la de los imperios y la globalización. Según Pascal Lamy, expresidente de la Organización Mundial del Comercio, el contenedor de transporte marítimo e Internet han sido los principales motores de la globalización y tal vez sean una de las innovaciones más importantes que nos ha dejado el siglo XX. Que Internet ha revolucionado la actividad económica, nuestras relaciones interpersonales y nuestro día a día es algo que goza de un consenso universal pero menos son los que reparan en el contendor como uno de los inventos más transformadores de los últimos tiempos. Desde que el estadounidense Malcom McLean lo inventara en 1965, el contenedor de transporte ha vertebrado el desarrollo económico y comercial del planeta gracias a la universalización de su diseño y a la normalización de sus características. La regulación de sus dimensiones ha agilizado el intercambio comercial, eliminando intermediarios, abaratando y acortando el tiempo de carga y descarga en el puerto y permitiendo que la mercancía pase del buque, al vagón y del vagón al camión rápidamente llegando antes a su destino. Solemos concebir la innovación como un largo y costoso proceso de investigación y desarrollo tecnológico mientras que, a menudo, las mayores revoluciones sólo precisan de una simplificación. Sí, la inversión en investigación y desarrollo son ineludibles a la hora de innovar pero tomemos conciencia de que se pueden obtener mejores resultados con menos recursos gracias a la eliminación de trabas y a la simplificación de procesos. Simplificar incluso el acceso a la innovación sería la mejor manera de incentivarla.