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LO SIENTO

LO SIENTO

Acceso a su lectura en Diario de León

YO

Hace algún tiempo le pregunté a Cesáreo Fernández: “¿Maestro, como puedo introducir el perdón en la empresa?” y él me contestó con otra pregunta,

“¿Roberto, has leído ‘El hombre en búsqueda de sentido’ de Viktor Frankle?. -No-, le respondí mientras continuaba diciéndome que una vez que hubiera asimilado este libro y su autor estaría preparado para entender como perdonar.

Algunos años antes le pregunté a mi madre por algo que me seguía doliendo aun cuando había transcurrido bastante tiempo. Maxi, que así se llama mi mami, me dijo: “Rober, es que hay que aprender a perdonar e incluso olvidar las cosas que nos hacen daño”.

Y así entré de lleno en las tierras casi baldías de “Lo Siento”.

Durante los casi 50 años que llevo en este mundo he vivido experiencias dolorosas y en muchas ocasiones he podido identificar claramente el culpable.

¡oh, que listo me sentía entonces con ello!

Crees sin dudar que teniendo alguien a quien culpar y haciéndole pagar por ello te sentirás mejor.

¡oh, cuanta mentira hay en todo ello!

Hasta el momento he conseguido perdonar todo lo que me ha herido y he sido capaz de decir “Lo Siento” cuando he reconocido mi metedura de pata, error, omisión, mal genio o inacción, y no tengo previsto dejar de hacerlo por nada.

En mi trabajo como consultor de estrategia es frecuente toparme con situaciones donde hay palos incrustados en las ruedas del carro que hacen prácticamente imposible un ambiente armónico y saludable para poder trabajar con ilusión y alegría. Compañeros que no se hablan, clientes que no pagan, proveedores que no sirven a tiempo, trabajadores que cogen lo que no es suyo, inspectores que aplican la normativa con exceso de celo, socios que salen rana, parejas de socios/as que se meten donde nadie les llama, asesorías que se les olvida presentar las declaraciones que revisan aquellos inspectores, el director del banco que no te renueva la póliza, el mecánico que no te reparó a tiempo la máquina, aquel día que te levantaste torcido y les diste cuatro voces a los empleados que tienes para que se enteren de una puta vez como se hacen las cosas aquí y quién manda. Y más, y más tragedias que revolotean como pavos sin cabeza en el universo de “Lo Siento”.

-Bueno, vale, pues que me lo diga él o ella “Lo Siento”-, -Yo no pienso mover un dedo-, -Y. si me dice algo, ya veré a ver si perdono o no, que hay cosas que no se dicen y mucho menos se hacen-.

¡Oh, cuántas veces he oído y llegado a decir algo así!

Estaba harto de todo esto y de considerar que no hacía algo por cambiar las cosas; así que un día me decidí a abrir la puerta que ponía “Lo Siento”.

La puerta se abrió fácil y al otro lado había un poco de luz, la suficiente como para darme cuenta de que estaba a punto de pisar un papel que parecía contener algo escrito. Me agaché, lo tomé en mis manos y me puse a leer su contenido.

Lo primero que me sorprendió fue que estuviera dirigido hacia mí y pensé: ¿Cómo sabían que estaba dispuesto a abrir esta puerta?

Querido Roberto, si lees esto adquieres el compromiso vital de comprender cuando te sientas herido, de evitar en lo posible herir a otros y de sentir que has herido para poder decir “Lo Siento”.

No tenía fecha, ni lugar para la firma. La propia lectura era el compromiso. Ya no había vuelta atrás. A partir de ese instante habitaría el mundo de “Lo Siento” donde aceptación y adaptación me acompañarían para no sentirme solo, así terminaba el contenido del papel.

Doblé el papel con cuidado y lo guardé en el bolsillo trasero de mi pantalón vaquero, como quien guarda el mapa del tesoro, sabiendo tendría que abrirlo de nuevo.

ELLOS

Viktor Frankl sobrevivió a los campos de concentración Nazí y siguió su carrera como psiquiatra en EEUU desarrollando la psicoterapia conocida como logoterapia, que propone la voluntad de sentido como motivación primaria del ser humano.

Cuando lees el libro “el hombre en busca de sentido” te das cuenta de que es más fácil resignarse a recibir lo que esperamos de la vida, que seguir explorando el camino de lo que la vida espera de nosotros, ya que incluye cambios personales profundos y aceptación de lo que nos acontece.

De ti, de tus decisiones y de tus perdones depende en exclusiva el sentido de tu vida.

En los últimos años he conocido la obra de Jaime Jaramillo que, tras una admirable carrera como ingeniero geofísico en explotaciones petrolíferas, un día vio como delante de sus ojos un coche atropellaba a una niña pobre que intentaba coger su muñeca. El auto no se detuvo mientras Jaime Jaramillo vio en ello la señal para iniciar un proyecto de recuperación de niños que viven literalmente en las cloacas de Bogotá. Desde los años 80 ha podido recuperar a más de 80.000 niños, lo que le ha valido el título de Papá Jaime que también da nombre a su fundación.

Un día viendo uno de los múltiples vídeos que podéis hallar en internet encontré el proceso que propone Papá Jaime como camino hacia el perdón y que desde entonces ha guiado mis pasos en la vida personal y profesional cuando trabajo con mis clientes.

Tiene tres partes:

  1. ACEPTACIÓN Y OBSERVACIÓN DE LO SUCEDIDO: Lo que pasó, pasó. No puedes retroceder el tiempo ni cambiar los hechos, pero si puedes observar con detalle todo lo sucedido.
  1. CAMBIAR DE POSICIÓN PERCEPTUAL: Ponerse en los zapatos del otro y pensar en los motivos que le llevaron a hacer lo que hizo. Muchas veces descubres que detrás de todo ello se encuentra agazapado el miedo, que anima a la gente a hacer lo que nunca quisieron hacer ni sentir.
  1. LIBERAR LA CULPA: Liberar a la persona que me dañó de la culpa para poder dejar de sentirme herido. Perdonar es liberarse, sanar el corazón.

Este proceso no impide el hecho de que determinados acontecimientos tengan su propio cauce legal, ante la injerencia con determinados derechos y libertades.

Este proceso impide que dentro de nuestra vida y organizaciones se instale el miedo, el reproche y la venganza que entorpecen la realización del sentido de nuestra vida.

Perdonar es aceptar lo que te pasó, intentar comprender los motivos ocultos de quien te hirió y liberarte internamente de culpabilizar a otros de lo acontecido.

Dice Papá Jaime que perdonar es recodar sin dolor, sin rencor y sin resentimiento.

Aquí tienes un espacio en blanco por si quieres decir “Lo siento” a quien te hizo daño.


 

 


 

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