NARUA | DOS PALABRAS
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DOS PALABRAS

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DOS PALABRAS

Antes de girar la llave para arrancar el auto respiró, se sintió como si habitara en el cuerpo de otro, observó sus manos titilantes antes de apoyarlas sobre el volante a las dos y diez como le habían enseñado en la autoescuela.

Miró en el espejo retrovisor para calcular cómo saldría de aquel parking, y en el fondo de esa lata vacía que eran sus pupilas aún se representaba la escena en la que su socio le confirmaba el impago de su principal cliente y que, sin remedio, les abocaría al cierre y despido de trabajadores. Solo dos palabras salieron de su boca mientras el vehículo encaraba la rampa de salida, “Dios mío”, -dijo.

El jueves por la mañana cuando entraste en el laboratorio sonaron unos mensajes de wasap, leíste algo sobre cuáles eran las dos palabras más importantes de tu vida, y mientras te cruzabas con compañeros de trabajo, pensabas que quizá serían las que oyes cada tarde cuando llegas a casa y desde el pasillo tu pequeño te dice: “Hola mamá”. Luego te pusiste la bata y entraste de lleno en el mundo de tubos de ensayo, pipetas y medidores de ph. Quedaban apenas unos días para la reunión de resultados de la investigación que llevabas liderando los últimos años y que necesitaba más recursos. Le preguntaste a uno de tu equipo si había finalizado la toma de datos y te contestó con dos palabras: “lo tengo”.

En la calle el barullo de la ciudad acentuado de los días de lluvia, le engulló entre autobuses, repartidores de comida, ambulancias y furgonetas de transporte. Nadie le acompañaba en el coche, sólo entre miles de pensamientos de miles de personas motorizadas. Se dirigía al banco, quería saber si era cierto que el pagaré había llegado devuelto. -“Un millón y medio de euros, ¿cómo vamos a poder afrontar esto?” gritó por la ventana entreabierta, y sus palabras quedaron empapadas en el asfalto sediento. Aparcó, salió corriendo y cuando llegó al banco fue derecho al despacho del director, entró y a bocajarro le preguntó: “¿nos han devuelto el pagaré?” y oyó decir “es cierto”. Solo dos palabras que hicieron temblar tus rodillas.

Desde pequeña te has sentido segura exponiendo tu trabajo. Has preparado con detalle cada diapositiva para mostrar a la dirección del laboratorio las conclusiones de la investigación científica, han aparecido ramificaciones sorprendentes y quieres que te sigan apoyando con nuevos fondos. Tienes certeza de que la información que manejas será muy valiosa en el mercado, ese ser desconocido que nos maneja a diario. Cuando finalizas percibes que, sin saber cómo, aún respiras. Esperas algunas palabras y te dicen: “lo pensaremos”.

Salió del banco, no hizo falta que el director del banco le recordara que la financiación del pagaré estaba avalada con su vivienda y la de su socio. ¿Cómo lo contaría en casa? ¿lo diría? ¿lo callaría durante unas semanas mientras encontraban solución? ¿Pero que solución? ¿Cómo iban afrontar semejante golpe bajo? Se acordaba de cuando su socio le dijo: ¿Pero estás seguro de esta operación? Y el contesto -Sí…, pero si nos han comprado en los últimos dos años sin ninguna incidencia- y él le replicó: “pero es que esta vez nos han pedido un millón y medio de euros, y vamos a tener que aportar garantías personales”. Recordó, también, la promesa que le había hecho a su hija pequeña de pasar un fin de semana en la Warner en Madrid. Se sintió un poco mal, entró en un café y un camarero le preguntó dos palabras: “¿Qué desea?”

Regresaste a tu puesto de trabajo y el resto del equipo estaba esperando impaciente a ver que habían dicho en la dirección. Todos te miraban con los ojos expresivos de quien sabe que su futuro laboral depende ello. Por dentro te hervían las células, no sabías que decir porque solo tenías sensaciones, y aquellas dos palabras del final: “lo pensaremos”. Escogiste el mejor lugar y tono para decirles: “venid, sentémonos todos juntos un momento”, “cerrad los ojos y respirad” “hemos hecho un trabajo excepcional estoy muy orgullosa de vosotros, ahí dentro no me sentí sola” y abrieron los ojos, se miraron y sin decir nada todos pensaron “gracias Loli”

Desde el café llegó a casa, un poco antes que su pareja, ese día su padre había recogido a los niños en el colegio y estaba sentado en el salón de la casa leyendo el periódico. Escuchó como con eco sordo que su padre le preguntaba “¿Hijo, estás bien, parece que has llorado?” – Nada, papá, no me pasa nada, he tenido un día complicado- le contestó. El padre sin creerse del todo la respuesta de su hijo le hizo saber con gestos y dos palabras que para lo todo lo que necesites: “aquí estoy“.

Terminaste la charla con el equipo, no se podía hacer más que seguir trabajando y esperar resultados. Llegaste a casa, abriste la puerta y dijiste dos palabras: “hola pequeña” y notaste como todo tu día se evaporaba creando una nube pasajera.

Al día siguiente en la oficina se reunió con su socio y acordaron hablar con todos los trabajadores. Bajaron a la nave junto a las máquinas y contemplaron cuanto habían conseguido. Fueron uno por uno diciéndoles que en el descanso de la mañana pararan las máquinas para reunirse en el almacén. Las once de la mañana llegaron y allí estaban todos. Dijo: «Gracias por venir, por favor cerremos los ojos y respiremos todos juntos por un momento». Pasaron unos minutos y con voz suave continuó: “hemos tenido una devolución del pagaré de nuestro principal cliente, es probable que vengan momentos difíciles, sabéis que mi modo de vida siempre ha sido austero, y a partir de hoy lo será un poco más” se acordó de su padre en el día anterior y les dijo que aún no sabía cómo pero que: “saldremos adelante” mientras su socio replicaba: “juntos podremos”.

Hace algún tiempo tuve que hacer algo inofensivo pero que en aquel momento consideraba peligroso, así que como tenía dudas llamé a un experto. Yo quería saber que pasaría en el peor de los casos y me contestó con algo que me pareció como un vaso de agua fría sobre la cara de alguien alterado. Le pregunté: ¿Pero si me pasa algo qué? y él me contestó con dos palabras: “te jodes”. Sentí como el agua fría del vaso discurría lentamente por mi cara, no para herirme sino para despertarme.

Cuando hablo con alguien de mi equipo o un cliente o un amigo a mi me encanta preguntar mis dos palabras favoritas. Busco un lugar adecuado para decir: ¿Cómo estás? Y a partir de ese instante un mundo de posibilidades se abre en lo que para mí significa: “estoy aquí, te escucho”

Dos palabras pregunté en una lista de wasap y la mayor parte de la gente me contestó que una de sus palabras favoritas era Amor junto con otras como respeto, familia, tranquilidad o paz. Una de estas personas me recordó lo que suele decir Woody Allen como las dos palabras más importantes que puedes escuchar en la vida: “es benigno”.

Yo, que como amante de la innovación no creo mucho en los límites, me despido de vosotros con estas TRES PALABRAS que con cariño os digo.

 

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